Seis mil guerreros de Haro, Logroño, tienen ya a su disposición 60.000 litros del conocido caldo riojano de fama internacional para librar la Batalla del Vino que este pueblo español celebra cada año el 29 de junio
El día de San Pedro, con pañuelo rojo o impermeables de colores, los vecinos de Haro se arrojan vino unos a otros, con botellas, sulfatadoras, calderos, pistolas de agua y todo lo que pueda albergar líquido, como por ejemplo, las botas.
Es una vieja tradición, ahora declarada de Interés Turístico Nacional, que cumplen para dejar claro que los riscos de Bilibio, estratégico lugar que controla el desfiladero del río Ebro, es de los harenses y riojanos y no de los habitantes del pueblo burgalés vecino: Miranda de Ebro.
El pleito se remonta al siglo XIII. Los vecinos de Haro, según una sentencia del Reino de Castilla en 1290, deben reivindicar la propiedad de los riscos cada 29 de junio mediante la colocación del pendón de la ciudad.
De no hacerlo, pasaría a ser del municipio mirandés.
Lo de arrojarse vino a discreción llega mucho más tarde, a mediados de los años cuarenta del siglo pasado. Desde entonces, los vecinos de Haro se empapan con el líquido elemento que produce la zona, especialmente tinto.
La Batalla se libra siempre en los riscos, donde se encuentra la ermita de San Felices, patrón de Haro, salvo este año que por seguridad, ya que se han producido desprendimientos de tierra, se ha habilitado una campa cercana.